miércoles, 5 de marzo de 2014

LA REALIDAD QUE SOÑAMOS SE CONSTRUYE TODOS LOS DIAS

Durante estos días de incertidumbres, de cambios en la política económica del gobierno, se agitan nuestras cabezas, se multiplican las dudas, las preguntas… recurrimos a lo que cada unx tiene para poner en común: la lectura forzada de los suplementos de los diarios, la escucha atenta a economistas amigxs y compañerxs, el optimismo cerrado que niega la realidad compleja, el pesimismo que la ve negra, encuentro con compañerxs de otras organizaciones, análisis compartidos de los pocos discursos de la presidenta.
Sabemos que las devaluaciones son malas porque afectan los salarios y a los más pobres y transfiere mucho a los sectores más poderosos (principalmente a las grandes agroexportadoras).

Lo que está sucediendo en nuestro país no es nuevo ni se da por primera vez. Las corporaciones actúan en distintos procesos históricos y llevaron a nuestra economía a situaciones mucho más graves aún. Van algunos ejemplos:
en 1955, derrocado el general Perón, se devalúa un 80%; en 1958, triunfante Arturo Frondizi, un 347%; en 1971, con Lanusse como presidente, el 100%; en 1975, con el “rodrigazo”, un 719%; en 1980, a la salida de la tablita de Martínez de Hoz, un 226%; en 1989 a las postrimerías del gobierno de Raúl Alfonsín, un 2038%; y a comienzos del 2002, con el corralito vigente y a la salida de la convertibilidad con Duhalde, un 214%.
Seguramente el gobierno podría haber profundizado las transformaciones necesarias, podría haber hecho otras cosas en estos diez años para frenar la acción descontrolada y oligopólica de los formadores de precios, de las cerealeras, de los grupos concentrados que no pudo o no quiso “desconcentrar”.
El asunto es que ni Néstor ni Cristina Kirchner prometieron ni la reforma agraria, ni la revolución industrial. En su primera campaña se contentaban con consignar que lograrían “un país en serio” sin decir con eso nada que nos hiciera pensar en una revolución socialista.
Sin embargo, en estos diez años avanzamos mucho más de lo que nuestra propia historia e imaginación alcanzaban a pintar.
Diez años colmados de logros, desafíos, movimientos, avances, rupturas, potencialidades. Tantos como en casi todo el maravilloso y contradictorio continente latinoamericano: nuestra tierra, nuestro mundo, nuestro pueblo.
Un pueblo que resistió como pudo las dictaduras de antes (las de los 70) y los golpes de ahora como en Ecuador, Paraguay y Honduras, o los intentos desestabilizadores de adentro y de afuera como la Venezuela de hoy. Un pueblo que resistió como pudo los avances neoliberales que entregaban nuestros derechos, nuestras empresas, nuestros recursos, nuestro trabajo, nuestro patrimonio, nuestra dignidad.
Ese mismo pueblo en los últimos años protagoniza una historia donde hay presidentes indios, mestizos, mujeres que expresan la rebeldía del continente contra las decisiones del imperio yanqui, que le dicen “no al ALCA”, fortalecen la unidad de los gobiernos como nunca había sucedido en este continente.
Ese mismo pueblo en los últimos años resiste menos y goza y crea más, sabe que es el momento de marchar por los sueños y que hay posibilidades de ganar aún cuando reclama y confronta con sus propios gobiernos. Un pueblo que sabe que son años de ganar más que de perder.
Por eso tenemos que defender a nuestro gobierno, a nuestra presidenta y fundamentalmente a este tiempo de avanzar más y resistir menos. Tenemos que defender este proceso del que, de una u otra manera, somos parte.
Los dos años que vienen en nuestro país y en toda Latinoamérica serán seguramente difíciles porque los grupos desestabilizadores están bien pertrechados con sus propios medios de comunicación, sus representantes, sus bancos.
Y están al desnudo nuestros límites (que no son solo de la presidenta sino de todxs lxs militantes y dirigentes populares y de la propia experiencia histórica) y también nuestras potencialidades. Estaremos bien pertrechadxs y seremos una potencia si retenemos en este tiempo el orgullo que significa ser parte de esta historia, si tenemos presente que logramos colectivamente una política que no permite la impunidad y condena a los milicos asesinos; un estado que recuperó las AFJP, Aerolíneas Argentinas e YPF; leyes que ampliaron derechos como matrimonio igualitario, identidad de género, contra la violencia hacia las mujeres, femicidio; políticas que dignifican el trabajo como la ley del peón rural y de trabajadoras de casas particulares, la reapertura de las paritarias; la democratización de la comunicación con la ley de servicios audiovisuales y de papel prensa; una ley y políticas contra la trata de personas; programas como PROCREAR y PROGRESAR, la Asignación Universal por Hijx entre muchas otras conquistas.
Fuimos parte de peleas que aunque no se ganaron, nos permitieron saber y recordar de qué lado hay que estar en la historia aún cuando se pierde como sucedió en el conflicto con “el campo” y la 125.
Todo esto fue un logro colectivo de quienes en los 80 pedían por leyes que enjuiciara a los dictadores, por una democracia donde se pudiera trabajar, educar, comer; de quieres resistimos la entrega en los 90; de quienes llegaron al mundo en esos años y no conocen la acción de resistir al neoliberalismo pero saben lo que es conquistar derechos; de lxs comprometidxs; de lxs temerosxs; de lxs que se asoman un rato; de lxs que luchan por un solo derecho y cuando lo alcanzan se quedan quietxs y de un gobierno que impulsó o acompañó esos logros como ningún otro desde la recuperación democrática.
Nuestra potencia es creer en nosotrxs mismxs, en revisar lo que fuimos capaces de hacer y sobre todo, de lo que somos capaces de ganar.
Aún falta ver las políticas que el gobierno desplegará para frenar el impacto de la devaluación en los sectores populares. Una de nuestras tareas es contribuir a que esas acciones tengan éxito y acompañar el control de precios, la implementación del plan PROGRESAR y todo lo que vaya en ese sentido.
La otra tarea, seguro la más importante, es hacer que en estos próximos años se consolide y crezca la experiencia, el goce de vivirla, de ser parte, la idea de democratizar más la democracia, de discutir desde la política, desde las ideas, fortalecer la participación y nuestra autoestima como pueblo para que se haga sólida y fuerte como una piedra que no puedan aplastar ni romper las corporaciones.
No se trata de dogmatismos y de repetir consignas fáciles sino de ver la realidad, analizarla, comprenderla y a esa realidad con nosotrxs adentro como protagonistas que somos en el lugar que nos toca.
Necesitamos ir más allá y profundizar los cambios necesarios para no volver atrás: la creación de la Junta Nacional de Granos, la Ley de Entidades Financieras, un plan de reindustrialización sólido y sostenido, un cambio en el sistema tributario para que paguen más impuestos los que más tienen, la estatización del sector energético, rediscutir la tenencia y tipo de producción de la tierra. Y por eso tenemos que respaldar al gobierno porque lo que buscan los especuladores de siempre, los que quieren quedarse con todo lo que es nuestro, es que se debilite y con él la experiencia de este tiempo para que creamos que nada vale la pena y que nada de eso será posible.
En estos tiempos nos preguntamos qué nos faltó en cada período de la historia donde avanzamos pero no terminamos de consumar las transformaciones más profundas y esa reflexión es necesaria; pero también tenemos que preguntarnos qué hicimos para lograr tanto y dentro de esa pregunta viene una respuesta: pudimos retomar la historia, pudimos frenar el avance del neoliberalismo y logramos avanzar en más estado, en más derechos porque creemos, porque somos parte de una larga cadena de preciosas luchas y deseos populares que se agitan, desafían, nos interpelan, nos guían. Eso es nuestro, nos pertenece, lo hicimos entre todxs, lxs de antes y lxs de ahora. No nos lo quita nadie. Pudimos mucho y, si no olvidamos de donde venimos, podremos mucho más.
Por eso que le vaya bien o mal a este gobierno donde, con idas y venidas, logramos tanto, no nos da lo mismo.

Corriente Política y Social LA COLECTIVA

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