Durante estos días de incertidumbres, de
cambios en la política económica del gobierno, se agitan nuestras
cabezas, se multiplican las dudas, las preguntas… recurrimos a lo que
cada unx tiene para poner en común: la
lectura forzada de los suplementos de los diarios, la escucha atenta a
economistas amigxs y compañerxs, el optimismo cerrado que niega la
realidad compleja, el pesimismo que la ve negra, encuentro con
compañerxs de otras organizaciones, análisis compartidos de los pocos
discursos de la presidenta.
Sabemos que las devaluaciones son malas
porque afectan los salarios y a los más pobres y transfiere mucho a los
sectores más poderosos (principalmente a las grandes agroexportadoras).
Lo que está sucediendo en nuestro país no es nuevo ni se da por primera
vez. Las corporaciones actúan en distintos procesos históricos y
llevaron a nuestra economía a situaciones mucho más graves aún. Van
algunos ejemplos:
en 1955, derrocado el general Perón, se devalúa un
80%; en 1958, triunfante Arturo Frondizi, un 347%; en 1971, con Lanusse
como presidente, el 100%; en 1975, con el “rodrigazo”, un 719%; en
1980, a la salida de la tablita de Martínez de Hoz, un 226%; en 1989 a
las postrimerías del gobierno de Raúl Alfonsín, un 2038%; y a comienzos
del 2002, con el corralito vigente y a la salida de la convertibilidad
con Duhalde, un 214%.
Seguramente el gobierno podría haber
profundizado las transformaciones necesarias, podría haber hecho otras
cosas en estos diez años para frenar la acción descontrolada y
oligopólica de los formadores de precios, de las cerealeras, de los
grupos concentrados que no pudo o no quiso “desconcentrar”.
El
asunto es que ni Néstor ni Cristina Kirchner prometieron ni la reforma
agraria, ni la revolución industrial. En su primera campaña se
contentaban con consignar que lograrían “un país en serio” sin decir con
eso nada que nos hiciera pensar en una revolución socialista.
Sin embargo, en estos diez años avanzamos mucho más de lo que nuestra propia historia e imaginación alcanzaban a pintar.
Diez años colmados de logros, desafíos, movimientos, avances, rupturas,
potencialidades. Tantos como en casi todo el maravilloso y
contradictorio continente latinoamericano: nuestra tierra, nuestro
mundo, nuestro pueblo.
Un pueblo que resistió como pudo las
dictaduras de antes (las de los 70) y los golpes de ahora como en
Ecuador, Paraguay y Honduras, o los intentos desestabilizadores de
adentro y de afuera como la Venezuela de hoy. Un pueblo que resistió
como pudo los avances neoliberales que entregaban nuestros derechos,
nuestras empresas, nuestros recursos, nuestro trabajo, nuestro
patrimonio, nuestra dignidad.
Ese mismo pueblo en los últimos años
protagoniza una historia donde hay presidentes indios, mestizos, mujeres
que expresan la rebeldía del continente contra las decisiones del
imperio yanqui, que le dicen “no al ALCA”, fortalecen la unidad de los
gobiernos como nunca había sucedido en este continente.
Ese mismo
pueblo en los últimos años resiste menos y goza y crea más, sabe que es
el momento de marchar por los sueños y que hay posibilidades de ganar
aún cuando reclama y confronta con sus propios gobiernos. Un pueblo que
sabe que son años de ganar más que de perder.
Por eso tenemos que
defender a nuestro gobierno, a nuestra presidenta y fundamentalmente a
este tiempo de avanzar más y resistir menos. Tenemos que defender este
proceso del que, de una u otra manera, somos parte.
Los dos años que
vienen en nuestro país y en toda Latinoamérica serán seguramente
difíciles porque los grupos desestabilizadores están bien pertrechados
con sus propios medios de comunicación, sus representantes, sus bancos.
Y están al desnudo nuestros límites (que no son solo de la presidenta
sino de todxs lxs militantes y dirigentes populares y de la propia
experiencia histórica) y también nuestras potencialidades. Estaremos
bien pertrechadxs y seremos una potencia si retenemos en este tiempo el
orgullo que significa ser parte de esta historia, si tenemos presente
que logramos colectivamente una política que no permite la impunidad y
condena a los milicos asesinos; un estado que recuperó las AFJP,
Aerolíneas Argentinas e YPF; leyes que ampliaron derechos como
matrimonio igualitario, identidad de género, contra la violencia hacia
las mujeres, femicidio; políticas que dignifican el trabajo como la ley
del peón rural y de trabajadoras de casas particulares, la reapertura de
las paritarias; la democratización de la comunicación con la ley de
servicios audiovisuales y de papel prensa; una ley y políticas contra la
trata de personas; programas como PROCREAR y PROGRESAR, la Asignación
Universal por Hijx entre muchas otras conquistas.
Fuimos parte de
peleas que aunque no se ganaron, nos permitieron saber y recordar de qué
lado hay que estar en la historia aún cuando se pierde como sucedió en
el conflicto con “el campo” y la 125.
Todo esto fue un logro
colectivo de quienes en los 80 pedían por leyes que enjuiciara a los
dictadores, por una democracia donde se pudiera trabajar, educar, comer;
de quieres resistimos la entrega en los 90; de quienes llegaron al
mundo en esos años y no conocen la acción de resistir al neoliberalismo
pero saben lo que es conquistar derechos; de lxs comprometidxs; de lxs
temerosxs; de lxs que se asoman un rato; de lxs que luchan por un solo
derecho y cuando lo alcanzan se quedan quietxs y de un gobierno que
impulsó o acompañó esos logros como ningún otro desde la recuperación
democrática.
Nuestra potencia es creer en nosotrxs mismxs, en
revisar lo que fuimos capaces de hacer y sobre todo, de lo que somos
capaces de ganar.
Aún falta ver las políticas que el gobierno
desplegará para frenar el impacto de la devaluación en los sectores
populares. Una de nuestras tareas es contribuir a que esas acciones
tengan éxito y acompañar el control de precios, la implementación del
plan PROGRESAR y todo lo que vaya en ese sentido.
La otra tarea,
seguro la más importante, es hacer que en estos próximos años se
consolide y crezca la experiencia, el goce de vivirla, de ser parte, la
idea de democratizar más la democracia, de discutir desde la política,
desde las ideas, fortalecer la participación y nuestra autoestima como
pueblo para que se haga sólida y fuerte como una piedra que no puedan
aplastar ni romper las corporaciones.
No se trata de dogmatismos y
de repetir consignas fáciles sino de ver la realidad, analizarla,
comprenderla y a esa realidad con nosotrxs adentro como protagonistas
que somos en el lugar que nos toca.
Necesitamos ir más allá y
profundizar los cambios necesarios para no volver atrás: la creación de
la Junta Nacional de Granos, la Ley de Entidades Financieras, un plan de
reindustrialización sólido y sostenido, un cambio en el sistema
tributario para que paguen más impuestos los que más tienen, la
estatización del sector energético, rediscutir la tenencia y tipo de
producción de la tierra. Y por eso tenemos que respaldar al gobierno
porque lo que buscan los especuladores de siempre, los que quieren
quedarse con todo lo que es nuestro, es que se debilite y con él la
experiencia de este tiempo para que creamos que nada vale la pena y que
nada de eso será posible.
En estos tiempos nos preguntamos qué nos
faltó en cada período de la historia donde avanzamos pero no terminamos
de consumar las transformaciones más profundas y esa reflexión es
necesaria; pero también tenemos que preguntarnos qué hicimos para lograr
tanto y dentro de esa pregunta viene una respuesta: pudimos retomar la
historia, pudimos frenar el avance del neoliberalismo y logramos avanzar
en más estado, en más derechos porque creemos, porque somos parte de
una larga cadena de preciosas luchas y deseos populares que se agitan,
desafían, nos interpelan, nos guían. Eso es nuestro, nos pertenece, lo
hicimos entre todxs, lxs de antes y lxs de ahora. No nos lo quita nadie.
Pudimos mucho y, si no olvidamos de donde venimos, podremos mucho más.
Por eso que le vaya bien o mal a este gobierno donde, con idas y venidas, logramos tanto, no nos da lo mismo.
Corriente Política y Social LA COLECTIVA
No hay comentarios:
Publicar un comentario